domingo, 17 de enero de 2010

El Asesino

Ave María Purísima – sin pecado concebida- padre acusome de esto, acusome de aquello, padre peque de pensamiento, de obra, envidio, deseo, odio, miento. Esto es todos los días, el padre Marcial escucha, regaña condena, prepara un sermón que sabe que no dará. Que más quisiera que andar en el monte con los demás echando tiros, pero la guerra se lo encontró viejo y cansado, algunas veces acompaño al mensajero al campamento. Entre el frio del viento, el calor de la gente y el ambiente festivo, ahora regresa al pueblo, no puede ir a su iglesia no puede usar sotana, todo se hace a escondidas. Ahí lo buscan padre - Dijo un chiquillo – el tomaba café con doña Agripina y se espantaba el sueño con el calor de la taza - ¿quién es? - pregunto ya muy tarde, el chiquillo había salido disparado jugueteando con otros niños, en la puerta aparecía la figura agigantada de un hombre de unos cuarenta años con la barba de una semana y el paliacate mugroso alrededor del cuello camisa blanca percudida y pantalón caporal raido de la parte de abajo donde se apreciaban sus dedos reventados que emergían de los huaraches.

Vengo a confesarme – ya no hay sacerdotes, los prohibió el gobierno – yo se que usted es cura, lo sé y no me importa lo que diga el gobierno – de dónde vienes hijo – de aquí abajo del capulín – ¿cómo te llamas? – Antonio, Antonio Romero – ahh ya, eres el hijo de don Nicolás Romero, lamento su pérdida también la de tu hermano Toño, pero vamos caminando allá en la huerta le seguimos – los fríos padre, pase a los pies de sus camas más de un mes, vendí hasta la última borrega, y deje en prenda el ranchito de la cuesta, que tan buen maicito daba – no te vi en el sepelio – estaba enojado padre – ¿con quién? – Con Dios – Ave ¡María purísima! – he pecado padre, desde ese día no he dejado de pecar. Yo fui quien mato a don Úrsulo – El prestamista – ¡el usurero! – todos tenemos nuestro lugar, dios nos lo dio como le dio su lugar al gavilán y a la paloma – perdone padre pero íbamos a perderlo todo, mi madrecita estaba sola, desde que mi hermana se largo con ese arriero, solo le quedaba yo y no iba a dejar que nos quitaran todo, después le prendí fuego a la casa de don Úrsulo, no quise matar también a su mujer, pensé que andaba en el novenario, quería quemar sus papeles no sabía que ella estaba adentro dormida cansada por la desvelada de los velorios, tal vez fue mejor así – como te atreves a decir eso - ella era la única que quedaba que sabía de las letras que le habíamos firmado a su marido. Pensé que todo había acabado, nadie lo supo – y tu conciencia – yo estaba enojado, no escuchaba a nadie, mucho menos a mi conciencia – pero la casa de don Úrsulo era muy grade como es que ardió entera - la gente no quiso apagar el fuego, yo los vi tras los madroños donde me escondía, yo creo pensaron que era mejor así, que se quemaran todos los papeles pues todo mundo le debía algo a ese señor.

Eso fue hará dos años, ¿por qué vienes hasta ahora? – Porque se ha muerto mi madre – Dios la tenga en su santa gloria – y poquito antes de eso he vuelto a matar – a quien mataste esta vez – no lo conozco, solo sabia su nombre. Estando en la cantina de Cipriano, llegaron dos tipos, yo ya estaba borracho recargado en la barra cuando los oí decir – se va a armar la gorda cuando llegue el mentado licenciado - escuche que el tal licenciado era el tenedor de libros de don Úrsulo y que traía todos los papeles de los prestamos, que por eso siempre don Úrsulo nos hacia firmar un duplicado, para que este señor lo conservara y que vendría a ver al ahijado de don Úrsulo un chamaquillo que ya había llegado a la mayoría de edad. Para que este cobrara las deudas, clarito escuche que lo esperaban el lunes, que venía de Zapotlanejo y que se llamaba Hernán Jiménez, nadie me hacía caso a mí, ya andaba muy ahogado y apenas me notaron cuando me Salí tambaleando, así que fui a esperar en el camino en la pura entrada la madrugada del lunes. Sabía que llegaría temprano ya nadie viaja de noche, por miedo a los cristeros – soldados de Cristo – si pues padre, y a los federales. Lo encontré como a las nueve adelantito del puente de calderón, ya había visto pasar a otros pero era gente conocida, a este se le notaba lo fuereño y lo estiradito, venía a caballo en un cuaco tordillo. Desde atrás de unas pencas le apunte y le marque el alto. - ¿Quien vive? - le grite, el pa’ pronto saco un papelito y me dijo – vengo en paz traigo salvoconducto, soy el licenciado Hernán Jiménez, yo le jale al gatillo le apunte a la boca y le di arribita de la nariz, cayó como costal, me le acerque pero ni hizo falta rematarlo lo vi en el último estertor con un agujerote en la cara, le agarre el caballo y revise la maleta que traía, llena de papeles, pensé: esto son, no hice el esfuerzo de leerlos yo soy malo para eso y ni los habría entendido, me jale el caballo para abajo de la barranca, a penas bajamos le tumbe la silla y el freno lo mande a correr por la barranca. Ahí queme todo el montón de papeles. Y me vine rodeando los pueblos para salir atrás acá por paredones.

Al regresar me fui a la cantina, me hice el borracho. Vi como llego la gente diciendo que los rebeldes habían matado a un fuereño, que le quitaron el caballo y el dinero que traía en un sobre en la maleta – ¿y tú qué hiciste con el dinero? – nada, como ve padre que queme todo incluso el dinero por no revisar, que eran más de cincuenta pesos en billetes, que no traía monedas – y culparon a los Soldados de Cristo de tu crimen - pues si a la gente le convenía eso, pues todos éramos sospechosos, todos los que estábamos en esos papeles, además unos días después vieron a uno de los rebeldes montado en el tordillo. Yo me fui para la casa llevaba dos meses fuera emborrachándome y jugando gallos – de donde traías dinero – había vendido la mezcalera, desde que se murió don Úrsulo, me había puesto a vender y vender tierras antes de que alguien apareciera con las letras y nos quisiera quitar todo, me detuvo mi hermana que había regresado ya casada con el arriero y con un chamaquillo como de dos años – te lo estas tomando todo - me dijo - ya no vas a vender más las tierras de mi madre - su marido las dividió me dejo la loma pelona y la mezcalera, a la loma ni quien la quiera la tierra es dura se te atora el azadón y sacas puro tepetate, así que vendí la mezcalera, y me compre unos gallos con los me vine para Acatic a las fiestas patrias para jugarlos. El caso es que regrese a mi casa nomas para enterarme que mi madre había muerto hacia ocho días, salió mi cuñado nomas para decirme que ya no era bienvenido, pensé en sorrajarle un tiro pero salió mi hermana y vi que esperaba otro chamaco, me reclamo que cuando se puso mala mi madre no me encontraron y que cuando murió fueron a buscarme a paredones donde le dijeron que andaba de borracho pero, no me encontraron. Así que mejor me di la vuelta. Estuve pensando y me acorde de Dios le pedí perdón llorando andando por la barranca comiendo jícamas y verdolagas, como animalito padre, hasta que llegue de vuelta aquí a paredones, lo vi pasar y me acorde de usted, mi madre me dijo alguna vez que usted me bautizo. Así que vine a buscarlo a confesarme y a pedirle penitencia dígame que hacer padre, que yo ya no sirvo para nada usted fue mi ultima opción antes de pegarme un tiro – cállate blasfemo que eso es pecado mortal – las últimas palabras de Antonio fueron con lagrimas en los ojos, el padre Marcial se conmovió.

Doña Agripina sírvale algo de comer a este señor que se está muriendo de hambre – claro que si padre. Antonio Romero Empezó a comer con las manos, no se espero a que llegaran las tortillas, se limpiaba la cara con las mangas, el padre Marcial lo veía detenidamente, estaba flaco pero se alcanzaba a notar que era un hombre hecho y derecho, a pesar de estar castigado por los excesos y el hambre. Espero a que terminara de comer, se levanto y camino hacia la huerta, Antonio dio las gracias se excuso y se fue siguiendo al padre – lo que tú has hecho es grave – lo sé, soy un asesino – deja de eso hijo renegaste de dios. En quien confiaste cuando se enfermo tu padre y tu hermano – en la ciencia, en un medico, fuiste contra la voluntad de dios y renegaste de su voluntad cuando él los llamo a su seno, ¿llamaste al doctor Ramírez? – es el único que conozco – ¿sabes lo que anda diciendo de mi?, ¿y de la iglesia?, ¿no dice que somos unos ladrones y que le vendemos a la gente falsas esperanzas?, ¿que hizo por ti?, Además de quitarte tu dinero y encima dejar que murieran tu padre y tu hermano – Nada padre - ahora vienes con a pedirle a dios perdón, ¿sabes que tu madre, tu padre y tu hermano están sufriendo sabiendo que pavimentaste tu camino al infierno y que nunca alcanzaras la gloria de Dios? – si padre – quieres alcanzar el perdón divino – claro padre, póngame penitencia – no se trata de eso hijo, no sé cuantos rezos son suficientes para que dios perdone tu desacato – ¿qué hago entonces padre? – ¿qué puedes ofrecerle a dios? – nada me queda padre, solo la loma pelona y esa no le sirve a nadie pero es suya si usted lo acepta, que hagan un capilla o lo que sea que sirva a la iglesia de nuestro señor – bien sabes que el gobierno anda cerrando iglesias ¿qué te hace pensar que nos dejaría construir una capilla nueva?, tienes algo que ofrecer y ese algo eres tú – ¿yo padre? – si tu, tu puedes ofrecerte a dios y ofrecerle tus habilidades – ¿cuales habilidades? – Esa habilidad que tienes para matar personas – ¿qué dice padre? – vete con los soldados de Cristo, ayúdales a salvar la iglesia de nuestro señor, gánate tu salvación hijo mío – lo que usted me diga padre – te quedas a dormir acá, veré que doña Agripina te preste un cuarto, el viernes saldrás con un mensajero para pegueros el sabe donde están los hombres, te voy a enviar con algo de dinero y tal vez parque, te presentas con el General Urbano Romo, le dices que yo te mando.

El viernes al alba salió con un burro cargando de armas y parque, siguiendo a un chiquillo de escasos doce años, saliéndose pronto del camino atravesando cerros buscando a los hombres del general urbano - ¿Quien vive? - Gritaron desde la cañada – vive Cristo rey – contestaron al tiempo Antonio y el chiquillo, se asomo un hombre de detrás de unas piedras y dijo – es por acá, ¿Quién te manda? – me manda el padre Marcial, vengo a ponerme a las ordenes de mi general Urbano Romo – entregaron las armas comieron unos pedazos de cecina, el niño se regreso al pueblo, Antonio fue presentado, no había caballo para el solo una 30/30 y un par de cananas, tomo el arma y se puso a limpiarla. Era mejor que su máuser que había dejado en el cerro cuando salió por última vez de su casa. Anduvieron de un lado a otro evadiendo a las tropas del ejército, de cuando en cuando se les unía algún lugareño y con frecuencia recibían a niños pequeños como el que lo llevó a él, que recogían y entregaban recados y correspondencia. Se fueron rumbo de Yahualica subían al cerro de la campana cuando se toparon a los federales - ustedes de la primera fila se quedan a defender la posición y nos cubren la retirada – sentencio el hombre al mando, Antonio Romero se pertrecho en un risco y apunto a la cuesta los demás hombres se fueron a la derecha a la orilla del camino amarraron tres caballos a un mezquite para utilizarlos en la huida eran diez contándolo a él, intercambiaron pronto tiros mientras unos disparaban otros de los federales empezaron a subir la cuesta. Antonio los espero no les disparo al momento que pudo percibir las siluetas, dejo que se acercaran hasta tenerlos casi a boca de jarro, se acomodo el parque a mano mientras esperaba el momento de disparar. En tanto los demás rebeldes ponían tierra de por medio. El seguía al acecho apunto a los soldados de la orilla izquierda para que a los primero tiros se cubrieran a su derecha donde solo había un muro de piedra, alguien volvió a gritar – ¡viva Cristo rey hijos de su tal por cual! – y el empezó a disparar, los primeros sucumbieron de inmediato, pero pronto los demás se agazaparon en las piedras y se tiraron al piso, Antonio no dejo de disparar, el cañón ya estaba muy caliente cuando se acabo el último cartucho que hizo trizas un pedrusco detrás del que se encontraba el cuerpo muerto de un soldado, fue un disparo en vano no hubiera servido de nada de haber acertado - Padre en tus manos encomiendo mi espíritu – dijo para sí al tiempo que volteo a donde habían amarrado los caballos solo para descubrir que ya no estaban, los que si estaban eran un par de compañeros muertos y otros dos heridos. Los federales los habían rodeado y llegaban por atrás, Antonio se tiro al piso escondiendo la mitad del cuerpo en el hueco que había entre dos piedras, y vio como remataban a sus compañeros heridos con varias descargas como tiros de gracia, detrás de si escucho gritar – aquí hay uno Vivo y se me hace que esta entero – lo jalaron de las piernas y lo arrastraron un poco luego lo levantaron en vilo, Antonio empezó a vomitar, supo que era su fin y lo venció el miedo, lo llevaron caminado amarrado de las manos jalado por un soldado a caballo hasta Yahualica. Ahí lo juntaron con otros dos que agarraron de los fugitivos uno se cayó del caballo porque iba en ancas el otro iba corriendo con un tiro en una nalga y lo alcanzaron luego, luego. Los formaron en el paredón y los fusilaron sus compañeros fueron interrumpidos por la descarga al tratar de gritar el “Viva Cristo Rey”, el recibió la descarga con un nudo en la garganta y paciente espero el tiro de gracia.

El padre marcial recibió noticias del General Urbano Romo - Que valiente hombre me mandaste lástima que me lo malograron luego, luego. Cuentan los hombres que alcanzaron a escapar que no se separo de su posición hasta que se le termino el parque, al parecer hizo muchas bajas. Las madres de los otros hombres piden les des cristiana sepultura a los caídos, los federales ya se fueron de la zona y ya recogieron los cuerpos de la cañada y descolgaron a los fusilados – el padre marcial se apeo a un burro se puso la sotana arriscada debajo de la camisa y del pantalón, esa era la parte que le toco de la guerra consolar a los dolientes, sepultar a los muertos, el preferiría estar en el cerro, echando bala. Pero ya nada podía hacer estaba viejo. Pensó en Antonio Romero, lo recordó llorando solo así lo recodaba llorando en el bautizo hace casi cuarenta años y llorando apenas hace unos días durante su confesión, sintió vergüenza como si lo hubiera engañado - lo mande a la muerte y quién sabe si dios se apiadara de él - pero este hombre hizo lo único que sabía hacer, Matar lo dicho, todo es comprar y vender este hombre cambio su habilidad de asesino, por la esperanza de vida eterna. Sintió pena por su pensamiento y continuo el camino sumido en sus pensamientos empezó a dudar, tal vez la guerra no era la solución se ha malinterpretado tantas veces la palabra de dios, en el antiguo testamento dios patrocino tantas guerras pero en el nuevo Jesucristo siempre hablo de paz, hasta que san pablo volvió a hablar con la dureza de un militar, de castigos de beligerancia, se comparo con el doctor Ramírez los dos eran vendedores el doctor vendía salud a cambio de dinero, el vendía esperanza y fe a cambio de una vida eterna que se sostiene en los endebles andamios de la fe, ¿quien le reclama a un medico cuando el paciente muere?, ¿quién puede decir que hizo algo mal?. ¿A quién le entrega cuentas el de las almas de sus feligreses? ¿De los hombres que ha reclutado para esta guerra? sumido en sus pensamientos oyó decir – ¡Quien vive! – Mecánicamente contesto - vive Cristo rey – se arrepintió casi al momento que las palabras salieron de sus labios vio un uniforme de soldado y escucho una detonación, caía de bruces en la tierra, mientras el chiquillo que lo acompañaba corría fuera del camino despavorido, sintió su sangre en sus manos se tocaba el vientre con dolor, alcanzo a escuchar que un soldado le preguntaba al otro - ¿porque le disparaste? – Este contestaba con voz temblorosa - me dio miedo, es que así nos gritaron los que nos dispararon en la cañada, después su mirada que no podía levantarse más, se quedo fija en un par de botas militares, cuando lo levantaron ya no quedaba en él ni un rescoldo de vida.

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